
Organización Latinoamericana "Unidos Para Ti"
Juntos Trabajamos para el Desarrollo Integral de Familias
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La Tortura Psicológica dentro de las Familias Tóxicas es una Esclavitud Ocultada
Dra. Alejandra Escobedo [España]
José H. Soriano Alva
"El acoso moral, la enfermedad mental que va a prevalecer en el siglo XXI”

Contenido
1. Introducción
2. Origen y causas
3. ¿Cómo se lleva a cabo?
4. ¿Por qué lo hacen?
5. Técnicas que usa el familiar perverso
6. Instrumentos de acoso
7. Consecuencias del acoso para las víctimas
8. Distanciamiento emocional
9. Familia narcisista y la oveja negra
10. Gravedad del síndrome de la "oveja negra" en la familia
11. ¿Por qué hay escasa jurisprudencia en casos de maltrato y acoso
moral en entorno de familia?
12. El agresor
13. La víctima de acoso y maltrato dentro de su propia familia
1. Introducción
El acoso moral intrafamiliar (síndrome de la oveja negra) es la manifestaciónde una conducta abusiva con violencia psicológica extrema, de forma sistemática, recurrente, durante un tiempo prolongado para atentar contra la personalidad, dignidad, integridad física y psíquica de uno de los miembros de la familia, con la destrucción de sus redes de comunicación y reputación.
Por su carácter familiar se mantiene secreto, tardandomás en percibirse o destaparse , además de ser,unproceso muy largo en el tiempo, se podrá hablar de años y muchas veces toda la vida, sin llegar descubrir la verdad del hecho. A la vez se puede hacer de una forma mancomunada, donde se van uniendodiversos miembros, manejados y dirigidos por el instigador perverso.
2. Origen y Causas
“Nadie supera la infancia sin unas cuantas marcas y cicatrices tanto físicas como emocionales”. [PhD. Dr. Lance Dodes]
“Entre las víctimas de ACOSO FAMILIAR he encontrado los casos más alarmantes de acoso. La mayoría de casos de acoso moral o Mobbing en el entorno familiar terminan con la anulación psíquica, el exilio forzado de la víctima o su suicidio. Siendo, sin embargo, los más difíciles de detectar, denunciar y penalizar al agresor. En este tipo de violencia, el agresor persigue la ruina de su víctima.”. [Dra. Marie France Hirigoyen]
El origen a menudo se encuentra en la infancia. Desde muy temprana edad, los niños notan cómo sus padres interaccionan con sus hermanos. Un padre que consiente más a un hijo o a otro, o resuelven asuntos que favorecen más a uno que a otro. Esto lleva a actitudes de sentirse despreciado, discriminado o generando una actitud de celos contra el otro hermano pudiendo llegar a ser patológico (celotipia), en la adultez. Generando una actitud de rabia, odio o crítica contra el otro hermano que no entiende el porqué de ese comportamiento.
Un padre o una madre distante, que no proporcionala atención adecuada, puede provocar consciente o inconscientementea sus hijos, el competir por la atención,hasta el puntoenque el afecto,es visto como algo que tiene que ser ganadoa expensas de los otros hermanos.
El instigador suele tener un perfil perverso narcisista o psicópata integrado socialmente, quien al sentirse amenazado o por puro interés, ya sea económico (desear quitar de en medio a un miembro que opta a una suculenta herencia), o sentimental (querer ser el miembro más amado e intentar oscurecer a aquel que le pueda hacer sombra). Su deseo es neutralizar o expulsar al familiar que le es molesto, y no duda en recurrir a la mentira para conseguir el linchamiento y ostracismo familiar de la persona.
Normalmente el instigador del acoso, quien suele llevar las riendas del poder familiar, se siente de alguna forma amenazado por la víctima. Piensa que puede robarle su sitio de poder o perjudicarle de alguna manera y decide luchar utilizando el acoso como arma, sin embargo esta amenaza suele ser imaginada, son los celos o envidias hacia la otra persona lo que hace que el instigador decida empezar con su juego sucio.
3. Cómo se lleva a cabo?
Es un fenómeno circular, de una serie de comportamientos deliberados por parte del agresor,que están destinados a generar ansiedad en la víctima, lo que le provoca una actitud defensiva, quea la vez genera nuevas tensiones.
La primera acción del agresor es paralizar a la víctima,para que no pueda defenderse, y que por mucho que intente comprender que ocurre no tiene herramientas para defenderse.
La víctima no se da cuenta de la maniobra, y no actúa como lo haría en un proceso normal y corriente.
La perversidad no viene de un trastorno psíquico, sino de una fría racionalidadcon la incapacidad de vera los otros como iguales. Yen el que agresorno se pone en tela de juicio jamás, no tiene compasión, ni respeto por los demás; se vuelve destructor, con la frecuenciay la repeticióna lo largo del tiempo.
4. ¿Por qué lo hacen?
Necesitan rebajar a los demás para adquirir autoestima, y mediante esta adquirir poder, necesitan admiración, aprobación y lo consiguen desacreditando al objeto de su odio, rabia o envidia.
“Para un perverso, el placer supremo consiste en conseguir la destrucción del familiar que tiene por víctima y en presenciar su sufrimiento; y que, por lo tanto, reforzará su omnipotencia”. [Dra. Marie France H.]
5. Técnicas que usa el familiar perverso
Las técnicas que utiliza son: rechazar la comunicación directa, descalificar, desacreditar, aislar, inducir a error, y lo hace a la espalda, los comentarios envidiosos, negativos o destructivos hacen que vaya mermando la autoestima del hermano o hermana que es envidiado o atacado.
La negación de la comunicación directa, es el arma principal de los perversos. El acosador es fríoy malvado, pero no de una forma ostensibleque pudiera traerle problemas, sino que hace uso de pequeños retoques desestabilizadores, que son difíciles de identificar.
Usa las insinuaciones, las alusiones mal intencionadas, la mentiray las humillaciones Por medio de palabras anodinas y de cosas que no se dicen,es posible destruir a la víctima, sin que el circulo de allegados se de cuenta de ello opueda intervenir.
La víctima, al principio, no son personas como quiere hacer creer el agresor, ni débiles ni con patología. El problema surge cuando la víctima, reacciona contra el autoritarismode la otra persona y no se deja avasallar.
Cuando el proceso de acoso se instaura, la víctima es estigmatizada, se dice que ella que tieneun carácterdifícil, o que está loca, etc. Y se le considera que es la culpable de todos los conflictos en el entorno familiar. Y se olvidan de cómo era antes y como es en otro contextos. Y la empujan a que se comporte como desea el acosador.
En fases avanzadas del acoso y, sobre todo, en la fase final, el acosador procederá a incrementar los ataques que venía realizando, haciéndolos más virulentos, abiertos y explícitos y añadiendo nuevos comportamientos más agresivos.
Cuando a una violencia sutil (chantaje, amenazas veladas, intimidaciones) se le van sumando violencias reales que llegan a veces al asesinato, significa que el juego perverso se ha desplazado, pues el perverso prefiere matar indirectamente o, más exactamente, conseguir que su víctima se mate ella sola.
[Dra. Marie France H.]
6. Instrumentos de Acoso
El debilitamiento psicológico del acosado se logra a través de maniobras habitualmente sutiles cuya consideración aislada muestra su carácter aparentemente anodino o, al menos, su incapacidad para atentar contra la dignidad. Es la reiteración de estas conductas a lo largo de un período de tiempo extenso (años) lo que permite alcanzar los objetivos. (recordar que por violencia entendemos toda acción u omisión intencional que, dirigida a una persona, tiende a causarle daño físico, psicológico, sexual o económico):
Instrumentos de acoso
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Desacreditar
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Agresión física
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Manipular
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Calumniar
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Aislar
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Cometer injusticias
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Trato vejatorio
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Marginación
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Humillación
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Injerencia en la vida privada
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Impedir o dificultar el trabajo
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Reducción de derechos
7. Consecuencias del Acoso para la Víctimas
Fuente: Aspectos Formales y Materiales de Acoso Laboral y de la Violencia de Género e Intrafamiliar [J. Ferro Veiga]
La víctima de acoso laboral suele generar a medio y corto plazo cuadros de estrés, ansiedad, trastornos del sueño y digestivos y, por supuesto, cambios bruscos de personalidad. Las consecuencias para la salud son devastadoras.
Daños Psicológicos y Físicos.
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Estrés.
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Trastorno de ansiedad.
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Trastornos del sueño.
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Depresión.
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Pérdida de autoestima
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Afecciones cardíacas: taquicardia.
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Nerviosismo.
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Irritabilidad.
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Falta de concentración.
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En algunos casos las consecuencias del acoso pueden llevar al alcoholismo y toxicomanías
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En casos extremos el suicidio.
Daños Económicos.
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Gastos jurídicos/judiciales.
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Pérdida financiera/patrimonial
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Baja productividad.
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Gastos médicos y medicinas
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Daños Sociales.
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Dificultad de convivencia.
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Aislamiento.
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Distanciamiento emocional.
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Conductas depresivas y agresivas en el ámbito familiar como social.
-
Separaciones y divorcios.
La víctima de las agresiones repetitivas que constituyen el proceso de acoso o mobbing va perdiendo gradualmente la fe y la confianza en sí misma, como consecuencia de lo cual se ven afectados diferentes aspectos de su vida.
8. Distanciamiento Emocional
Una de las posibles características comunes entre los acosadores es que se convencen a sí mismos de que sus víctimas les pertenecen y que éstas no son más que objetos que deben mostrarse sumisos a sus deseos y finalidades espurias, existiendo entonces la mayor de las distancias emocionales posibles entre ellos y víctimas.
9. Familia Narcisista y la Oveja Negra
La mejor manera de mantener el control y la cohesión de un grupo es designar un enemigo fuera y otro dentro. Se observa sin excepción en todos los gobiernos totalitarios y en los que pretenden llegar a serlo. Lo mismo ocurre es las familias narcisistas, síntesis del totalitarismo grupal. De ahí que estas familias necesiten presentar a sus hijos el mundo como algo despreciable y peligroso y, simultáneamente, conviertan a uno de los miembros en depositario de la frustración del resto: el chivo expiatorio (oveja negra) o enfermo designado, librando al funcionamiento familiar y al resto de los miembros de cualquier malestar y tensión. Con esto obtiene una válvula de escape, un basurero para la familia.
Normalmente se elige no al miembro más débil o vulnerable como a menudo ocurre en el bullying, sino al más fuerte y sano que amenaza con su autoridad a la potestad del líder, aquel miembro del grupo más inteligente e independiente o a aquel que, de un modo u otro, es capaz de distraer la atención del grupo retirándola del líder y despertando su envidia.
Con el tiempo el chivo expiatorio comienza a presentar síntomas psiquiátricos (trastornos de conducta, uso de tóxicos, fracaso escolar, depresión etc.) y su patología mental se va a ir complicando y consolidando. Esto consolida la dinámica perversa pues ya existe una patología "real" al que atacar como "causa" del malestar familiar.
La existencia de un enfermo designado siempre pone de manifiesto la existencia de una patología familiar camuflada. De hecho, con frecuencia, la verdadera patología del paciente es mucho menos grave que la de su familia.
Normalmente se elige no al miembro más débil o vulnerable como a menudo ocurre en el bullying, sino al más fuerte y sano que amenaza con su autoridad a la potestad del líder, aquel miembro del grupo más inteligente e independiente o a aquel que, de un modo u otro, es capaz de distraer la atención del grupo retirándola del líder y despertando su envidia.
El mobbing, o acoso moral en general, se produce cuando un grupo tiene actitudes hostiles contra un compañero con la finalidad de aislarlo. La víctima normalmente es una persona brillante y normalmente con una escala de valores firme siendo difícil que se adapte a algunas peticiones de su entorno que no encajen con su manera de trabajar o vivir la vida. El grupo lo convierte en una amenaza para su estabilidad.
10. Gravedad del Síndrome de la "Oveja Negra" en la familia
Entre las víctimas de acoso familiar se encuentran los casos más alarmantes de acoso. Es la más grave patología familiar que sacrifica y destruye de por vida a la víctima.La mayoría de casos de acoso moral en el entorno familiar terminan con la anulación psíquica, enganche a drogas, el exilio forzado de la víctima o su suicidio.Fenómeno que refleja la crisis oculta de las familias tóxicas.Esclavitud contemporánea aceptada, con marginación de personas vulnerables, fundamentada en el orden familiar.Forma de violencia con depredación, creciente por la ausencia de penalización. Escasez de especialistas en los sistemas de medicina legal y justicia de países de América Latina, para la identificación y disuasión o represión.
Los problemas de salud tienen origen en la situación de estrés crónico, ansiedad y angustia. Ello explica que el organismo se vaya deteriorando y que vayan apareciendo enfermedades que obligan a la baja laboral del acosado o que le llevan incluso a necesitar hospitalización.
11. ¿Por qué hay escasa jurisprudencia en casos de maltrato y acoso moral en entorno de familia?
-
Fenómeno de crisis familiar recién identificado y divulgado a mediadosde la década de 1990. Tipo de violencia ocultada por las familias tóxicas.
-
Instrumentos para la identificación y erradicación recién se está difundiendo en América Latina desde el año 2013 con el Primer Congreso Internacional de mobbing y bullying (Montevideo – Uruguay)
-
Durante años podrían no haber hay hechos tangibles que sirvan de prueba en un tribunal.
-
Las víctimas de acoso, difícilmente, identifican a sus familiares maltratadores, ya que se han acostumbrado a ellos desde pequeños, y les parecen seres normales.
-
La víctima no se dan cuenta de la toxicidad psicológica del familiar perverso, ni de las lesiones psicológicas que están acumulando debido a su interrelación con ellas.
-
Es muy difícil probar que una persona ha aceptado un comportamiento que le perjudica.
-
Daños psicológicos severos se presentan después de 5 o 6 meses de acoso, y va perdiendo capacidad para defenderse.
-
Renuencia de los jueces para intervenir. La familia oculta su toxicidad y se presenta como núcleo funcional que suple la satisfacción de necesidades biológicas, afectivas yresponde por el desarrollo integral de todos sus miembros.
12. El Agresor
Cualquier sujeto que esté en crisis puede ser conducido a utilizar mecanismos perversos. Los rasgos de la personalidad narcisista los comparten casi todas las personas (egocentrismo, necesidad de ser admirado, intolerancia a las críticas). No se trata de rasgos patológicos. Por otra parte, todos hemos manipulado alguna vez a alguien con el objetivo de obtener una ventaja, y todos hemos sentido alguna vez un odio destructor pasajero. Lo que nos diferencia de los individuos perversos es que, en nuestro caso, estos comportamientos y estos sentimientos son únicamente reacciones pasajeras que, además, nos producen remordimientos y pesadumbre. Un neurótico asume su propia unidad a través de sus conflictos internos. La noción de perversidad, en cambio, implica una estrategia de utilización del otro y luego una estrategia de destrucción del otro, sin que se produzca ningún sentimiento de culpa.
LA PERVERSIÓN NARCISISTA
Los perversos narcisistas son considerados como psicóticos sin síntomas, que encuentran su equilibrio al descargar sobre otro el dolor que no sienten y las contradicciones internas que se niegan a percibir. No hacen daño ex profeso; hacen daño porque no saben existir de otro modo. A ellos también los hirieron durante su infancia, e intentan sobrevivir de esta manera. Esta transferencia del dolor les permite valorarse en detrimento de los demás.
EL NARCISISMO
La perversión narcisista consiste en el establecimiento de un funcionamiento perverso en el seno de una personalidad narcisista.
La personalidad narcisista se describe como sigue y tiene que presentar al menos cinco de las siguientes manifestaciones:
el sujeto tiene una idea grandiosa de su propia importancia;lo absorben fantasías de éxito ilimitado y de poder;se considera «especial» y único;tiene una necesidad excesiva de ser admirado;piensa que se le debe todo;explota al otro en sus relaciones interpersonales;carece de empatía;envidia a menudo a los demás;tiene actitudes y comportamientos arrogantes.
Los rasgos sobresalientes de las personalidades narcisistas son la grandiosidad, la exagerada centralización en sí mismos y una notable falta de interés y empatía hacia los demás, no obstante la avidez con que buscan su tributo y aprobación. Sienten gran envidia hacia aquellos que poseen algo que ellos no tienen o que simplemente parecen disfrutar de sus vidas. No sólo les falta profundidad emocional y capacidad para comprender las complejas emociones de los demás, sino que además sus propios sentimientos carecen de diferenciación, encendiéndose en rápidos destellos para dispersarse inmediatamente. En particular, son incapaces de experimentar auténticos sentimientos de tristeza, duelo, anhelo y reacciones depresivas, siendo esta última carencia una característica básica de sus personalidades. Cuando se sienten abandonados o defraudados por otras personas, suelen exhibir una respuesta aparentemente depresiva pero que, examinada con mayor detenimiento, resulta ser de enojo y resentimiento cargado de deseos de venganza, y no verdadera tristeza por la pérdida de una persona que apreciaban».
EL PASO A LA PERVERSIÓN
El Narciso, al no disponer de sustancia, se «conectará» al otro y, como una sanguijuela, intentará sorber su vida. Al ser incapaz de establecer una relación verdadera, sólo puede crearla en un registro «perverso», de malignidad destructora. Indiscutiblemente, los per-versos sienten un placer enorme y vital al ver sufrir y dudar a los demás, del mismo modo que gozan al someterlos y humillarlos.
Igual que los vampiros, el Narciso vacío necesita alimentarse de la sustancia del otro. Cuando uno carece de vida, tiene que intentar apropiarse de ella o, si esto no es posible, tiene que destruirla para que no haya vida en ninguna parte.
Los perversos narcisistas son invadidos por «otro» y no pueden prescindir de él. Ese otro no es ni siquiera un doble, el cual tendría una existencia propia. Es simplemente un reflejo del mismo perverso. De ahí la sensación que tienen las víctimas de que se las niega en su individualidad. La víctima no es otro individuo, sino simplemente un reflejo. Cualquier situación que pueda poner en tela de juicio ese sistema de espejos que enmascara el vacío sólo puede implicar una reacción en cadena de furor destructivo. Los perversos narcisistas no son más que máquinas de reflejos que buscan en vano su propia imagen en el espejo de los demás.
LA MEGALOMANÍA
Los perversos narcisistas son individuos megalómanos que se colocan en una posición de patrón de referencia del bien y el mal y de la verdad. A menudo, se les atribuye un aire moralizador, superior y distante. Aunque no digan nada, el otro se siente cogido en falta. Exhiben unos valores morales irreprochables con los que dan el pego y una buena imagen de sí mismos. Y denuncian la malevolencia humana.
ELVAMPIRISMO
La víctima no existe en tanto que persona, sino en tanto que soporte de una cualidad de la que el perverso intenta apropiarse. Los perversos se alimentan con la energía de los que padecen su encantamiento. Intentan apropiarse del narcisismo gratificador del otro invadiendo su territorio psíquico.
Los perversos narcisistas sienten una envidia muy intensa hacia los que parecen poseer cosas que ellos no poseen o hacia los que simplemente gozan de la vida. La apropiación puede ser social; por ejemplo, cuando seducen a un compañero que les introduce en un medio social que envidian: alta burguesía, medio intelectual o artístico. .. El beneficio de esta operación resulta de poseer un compañero que facilita el acceso al poder.
Luego, atacan la autoestima y la confianza en sí mismo del otro para aumentar su propio valor. Se apropian del narcisismo del otro.
Ayuda a víctimas de acoso familiar o laboral:
contacto@unidos-parati.org
Documental: El Chivo Expiatorio
Acoso Intrafamiliar - Dr. Iñaky Piñuel
10. Gravedad del Síndrome de la "Oveja Negra" en la familia
Entre las víctimas de acoso familiar se encuentran los casos más alarmantes de acoso. Es la más grave patología familiar que sacrifica y destruye de por vida a la víctima.La mayoría de casos de acoso moral en el entorno familiar terminan con la anulación psíquica, enganche a drogas, el exilio forzado de la víctima o su suicidio.Fenómeno que refleja la crisis oculta de las familias tóxicas.Esclavitud contemporánea aceptada, con marginación de personas vulnerables, fundamentada en el orden familiar.Forma de violencia con depredación, creciente por la ausencia de penalización.Escasez de especialistas en los sistemas de medicina legal y justicia de países de América Latina, para la identificación y disuasión o represión.
Los problemas de salud tienen origen en la situación de estrés crónico, ansiedad y angustia. Ello explica que el organismo se vaya deteriorando y que vayan apareciendo enfermedades que obligan a la baja laboral del acosado o que le llevan incluso a necesitar hospitalización.
11. ¿Por qué hay escasa jurisprudencia en casos de maltrato y acoso moral en entorno de familia?
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Fenómeno de crisis familiar recién identificado y divulgado a mediadosde la década de 1990. Tipo de violencia ocultada por las familias tóxicas.
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Instrumentos para la identificación y erradicación recién se está difundiendo en América Latina desde el año 2013 con el Primer Congreso Internacional de mobbing y bullying (Montevideo – Uruguay)
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Durante años podrían no haber hay hechos tangibles que sirvan de prueba en un tribunal.
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Las víctimas de acoso, difícilmente, identifican a sus familiares maltratadores, ya que se han acostumbrado a ellos desde pequeños, y les parecen seres normales.
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La víctima no se dan cuenta de la toxicidad psicológica del familiar perverso, ni de las lesiones psicológicas que están acumulando debido a su interrelación con ellas.
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Es muy difícil probar que una persona ha aceptado un comportamiento que le perjudica.
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Daños psicológicos severos se presentan después de 5 o 6 meses de acoso, y va perdiendo capacidad para defenderse.
-
Renuencia de los jueces para intervenir. La familia oculta su toxicidad y se presenta como núcleo funcional que suple la satisfacción de necesidades biológicas, afectivas yresponde por el desarrollo integral de todos sus miembros.
12. El Agresor
Cualquier sujeto que esté en crisis puede ser conducido a utilizar mecanismos perversos. Los rasgos de la personalidad narcisista los comparten casi todas las personas (egocentrismo, necesidad de ser admirado, intolerancia a las críticas). No se trata de rasgos patológicos. Por otra parte, todos hemos manipulado alguna vez a alguien con el objetivo de obtener una ventaja, y todos hemos sentido alguna vez un odio destructor pasajero. Lo que nos diferencia de los individuos perversos es que, en nuestro caso, estos comportamientos y estos sentimientos son únicamente reacciones pasajeras que, además, nos producen remordimientos y pesadumbre. Un neurótico asume su propia unidad a través de sus conflictos internos. La noción de perversidad, en cambio, implica una estrategia de utilización del otro y luego una estrategia de destrucción del otro, sin que se produzca ningún sentimiento de culpa.
LA PERVERSIÓN NARCISISTA
Los perversos narcisistas son considerados como psicóticos sin síntomas, que encuentran su equilibrio al descargar sobre otro el dolor que no sienten y las contradicciones internas que se niegan a percibir. No hacen daño ex profeso; hacen daño porque no saben existir de otro modo. A ellos también los hirieron durante su infancia, e intentan sobrevivir de esta manera. Esta transferencia del dolor les permite valorarse en detrimento de los demás.
EL NARCISISMO
La perversión narcisista consiste en el establecimiento de un funcionamiento perverso en el seno de una personalidad narcisista.
La personalidad narcisista se describe como sigue y tiene que presentar al menos cinco de las siguientes manifestaciones:
el sujeto tiene una idea grandiosa de su propia importancia;lo absorben fantasías de éxito ilimitado y de poder;se considera «especial» y único;tiene una necesidad excesiva de ser admirado;piensa que se le debe todo;explota al otro en sus relaciones interpersonales;carece de empatía;envidia a menudo a los demás;tiene actitudes y comportamientos arrogantes.
Los rasgos sobresalientes de las personalidades narcisistas son la grandiosidad, la exagerada centralización en sí mismos y una notable falta de interés y empatía hacia los demás, no obstante la avidez con que buscan su tributo y aprobación. Sienten gran envidia hacia aquellos que poseen algo que ellos no tienen o que simplemente parecen disfrutar de sus vidas. No sólo les falta profundidad emocional y capacidad para comprender las complejas emociones de los demás, sino que además sus propios sentimientos carecen de diferenciación, encendiéndose en rápidos destellos para dispersarse inmediatamente. En particular, son incapaces de experimentar auténticos sentimientos de tristeza, duelo, anhelo y reacciones depresivas, siendo esta última carencia una característica básica de sus personalidades. Cuando se sienten abandonados o defraudados por otras personas, suelen exhibir una respuesta aparentemente depresiva pero que, examinada con mayor detenimiento, resulta ser de enojo y resentimiento cargado de deseos de venganza, y no verdadera tristeza por la pérdida de una persona que apreciaban».
EL PASO A LA PERVERSIÓN
El Narciso, al no disponer de sustancia, se «conectará» al otro y, como una sanguijuela, intentará sorber su vida. Al ser incapaz de establecer una relación verdadera, sólo puede crearla en un registro «perverso», de malignidad destructora. Indiscutiblemente, los per-versos sienten un placer enorme y vital al ver sufrir y dudar a los demás, del mismo modo que gozan al someterlos y humillarlos.
Igual que los vampiros, el Narciso vacío necesita alimentarse de la sustancia del otro. Cuando uno carece de vida, tiene que intentar apropiarse de ella o, si esto no es posible, tiene que destruirla para que no haya vida en ninguna parte.
Los perversos narcisistas son invadidos por «otro» y no pueden prescindir de él. Ese otro no es ni siquiera un doble, el cual tendría una existencia propia. Es simplemente un reflejo del mismo perverso. De ahí la sensación que tienen las víctimas de que se las niega en su individualidad. La víctima no es otro individuo, sino simplemente un reflejo. Cualquier situación que pueda poner en tela de juicio ese sistema de espejos que enmascara el vacío sólo puede implicar una reacción en cadena de furor destructivo. Los perversos narcisistas no son más que máquinas de reflejos que buscan en vano su propia imagen en el espejo de los demás.
LA MEGALOMANÍA
Los perversos narcisistas son individuos megalómanos que se colocan en una posición de patrón de referencia del bien y el mal y de la verdad. A menudo, se les atribuye un aire moralizador, superior y distante. Aunque no digan nada, el otro se siente cogido en falta. Exhiben unos valores morales irreprochables con los que dan el pego y una buena imagen de sí mismos. Y denuncian la malevolencia humana.
ELVAMPIRISMO
La víctima no existe en tanto que persona, sino en tanto que soporte de una cualidad de la que el perverso intenta apropiarse. Los perversos se alimentan con la energía de los que padecen su encantamiento. Intentan apropiarse del narcisismo gratificador del otro invadiendo su territorio psíquico.
Los perversos narcisistas sienten una envidia muy intensa hacia los que parecen poseer cosas que ellos no poseen o hacia los que simplemente gozan de la vida. La apropiación puede ser social; por ejemplo, cuando seducen a un compañero que les introduce en un medio social que envidian: alta burguesía, medio intelectual o artístico. .. El beneficio de esta operación resulta de poseer un compañero que facilita el acceso al poder.
Luego, atacan la autoestima y la confianza en sí mismo del otro para aumentar su propio valor. Se apropian del narcisismo del otro.
13. La Víctima de maltrato y acoso dentro de su propio entorno familiar.
Según Rene Girard, en las sociedades primitivas, las rivalidades en el seno de los grupos humanos producían situaciones de violencia indiscriminada que se propagaban por mimetismo y a las que sólo se podía poner fin mediante un sacrificio que implicara la exclusión (o incluso la muerte) de un hombre o de un grupo de hombres al que se designaba como responsable de esa violencia. En nuestra época, las víctimas en lugar de pasar por inocentes, se ven obligadas a pasar por débiles. Con frecuencia, oímos decir que si una persona se ha convertido en víctima, es porque su debilidad o sus carencias ya la predisponían a ello. Por contra, hemos visto que las víctimas se eligen por algo que tienen de más, por algo de lo que el agresor quiere apropiarse.
¿Por qué una víctima es la elegida?
Porque estaba ahí y porque, de un modo u otro, se ha vuelto molesta. Para el agresor, ella no tiene nada especial. Es un objeto intercambiable que estaba ahí en el mal o el buen momento, y que ha cometido la torpeza de dejarse seducir —y, a veces, de ser demasiado lúcida —. Para el perverso, ella sólo tiene interés cuando se muestra utilizable y cuando acepta la seducción. En cuanto se sustrae a su dominio o no tiene nada que ofrecer, se convierte en un objeto de odio.
Al no ser más que un objeto, importa poco quién sea ella. Sin embargo, el agresor evita a las personas que pueden ponerlo en peligro. Así, evita cuidadosamente enfrentarse con otros perversos narcisistas, o con paranoicos, pues son demasiado cercanos. Cuando los perversos y los paranoicos se asocian, su efecto destructor sobre la víctima designada se multiplica. Esto se puede comprobar especialmente en los grupos y en las empresas. ¡Es más divertido despreciar o burlarse de alguien delante de un espectador alentador! Con frecuencia, los perversos obtienen una aprobación tácita de testigos a los que han desestabilizado primero y luego convencido más o menos, pero no llegan a convertirlos en cómplices.
Lo propio de un ataque perverso es apuntar a las partes vulnerables del otro, es decir, a sus puntos débiles o a sus patologías. Todos los individuos presentan puntos débiles que, para el perverso, pueden llegar a convertirse en puntos de enganche. Del mismo modo que un alpinista se agarra a las fallas de la pared (presas) para avanzar, los perversos utilizan las fallas del otro. Demuestran tener una gran intuición para detectar esos puntos débiles en los que el otro puede sentir dolor o en los que se lo puede herir. Puede ocurrir que esa falla sea precisamente lo que el otro se niega a ver de sí mismo. El ataque perverso constituye entonces una revelación dolorosa. La agresión perversa terminará por reactivar un síntoma que el otro intentaba trivializar o minimizar.
La violencia perversa obliga a la víctima a afrontar su falla y los traumas olvidados de su infancia, y excita la pulsión de muerte que se halla en germen en cada individuo. Los perversos buscan en el otro ese germen de autodestrucción, y luego les basta con activarlo mediante una comunicación desestabilizadora. La relación con los perversos narcisistas funciona como un espejo negativo. La buena imagen de uno mismo se transforma en desamor.
Decir que la víctima es cómplice de su agresor no tiene sentido en la medida en que ésta, por el efecto del dominio, no dispone de los medios psíquicos para actuar de otro modo. Está paralizada. El hecho de que participe de una forma pasiva en el proceso no altera en absoluto su posición de víctima: «Si he vivido con un hombre que no me amaba, alguna culpa tengo; si no he visto nada cuando me engañaba, es por mi historia. Pero, después, la forma en que se ha desarrollado la separación es algo que no se podía prever y a lo que ha resultado imposible adaptarse. Por mucho que ahora comprenda que esta actitud no se dirigía directamente contra mi persona, considero que se trata de una agresión moral terrible, de un intento de asesinato psíquico».
¿Se trata de masoquismo?
A primera vista, lo que sorprende es el modo en que las víctimas aceptan su suerte. El discurso de los perversos narcisistas es un discurso totalitario que niega la subjetividad del otro. Podemos preguntarnos por qué las víctimas aceptan, e incluso interiorizan, este tipo de discurso. ¿Por qué, aun cuando la realidad pueda desmentir ese discurso, las víctimas siguen dejándose guiar por él? Las víctimas están psicológicamente atadas. Por mucho que se las utilice, no es éste el juego que desean jugar.
Freud distinguió tres formas de masoquismo: el erógeno, el femenino y el moral. El masoquismo moral sería una búsqueda activa del fracaso y del sufrimiento a fin de satisfacer una necesidad de castigo. Según los criterios freudianos, el carácter masoquista se complace en el sufrimiento, las tensiones, los tormentos y las complicaciones de la existencia, pero no por ello deja de quejarse o de mostrarse pesimista. Su torpe comportamiento genera antipatías y fracasos. Le resulta imposible aprovechar las alegrías de la vida. Sin embargo, esta descripción corresponde mejor a los mismos perversos que a sus víctimas, las cuales, por el contrario, suelen mostrarse afortunadas, optimistas y llenas de vida.
No obstante, muchos psicoanalistas tienden a considerar que todas las víctimas de una agresión perversa son cómplices secretos de su verdugo, con el que instauran una relación sadomasoquista que entraña una fuente de placer.
En la relación con el perverso no hay simetría, sino dominación de un individuo sobre otro, e imposibilidad de que la persona sometida reaccione y detenga el combate. Por eso se trata de una agresión. El establecimiento previo del dominio ha desterrado la posibilidad de decir «no». La negociación es imposible; todo es impuesto. Para la víctima, dejarse arrastrar a esta situación perversa es una forma de defenderse. Se le reclama su parte masoquista, la que existe en cualquier individuo. Y, de repente, se encuentra engullida por una relación destructora y sin medios para poder escaparse. Su misma debilidad, constitutiva o debida a su modo de reaccionar, es el cabo por el que se la ha encadenado. «Cada cual oscila entre, por un lado, el deseo de independencia, de autodominio y de responsabilidad, y, por otro, el deseo infantil de volver a un estado de dependencia y de irresponsabilidad y, por lo tanto, de inocencia.» El error esencial de la víctima estriba en no ser desconfiada, en no considerar los mensajes violentos no verbales. No sabe traducir los mensajes y acepta lo que se le dice al pie de la letra.
Los perversos aprovechan esa supuesta tendencia masoquista de sus víctimas según la cual desean someterse a su perseguidor: «Le gusta, lo adora, es lo que persigue». Para ellos, la excusa es fácil; saben mejor que sus víctimas lo que éstas mismas sienten: «¡La trato así porque así es como le gusta que la trate!».
Ahora bien, hoy en día, el masoquismo es un motivo de vergüenza y de culpabilización. Es preferible dar una impresión de dureza y agresividad. Las víctimas no sólo padecen su posición de víctima, sino que también sienten vergüenza por no saber defenderse.
La diferencia entre las víctimas de los perversos y los individuos masoquistas es que las primeras, cuando, tras un inmenso esfuerzo, consiguen separarse de sus verdugos, sienten una enorme liberación. Y se sienten aliviadas porque el sufrimiento por el sufrimiento no les interesa.
Si se han dejado capturar en el juego perverso —a veces, durante un largo período—, es que están vivas y coleando, y, por lo tanto, dispuestas a dar la vida, inclusive si deben afrontar la tarea imposible de entregar su vida a un perverso: «Conmigo cambiará».
Sus escrúpulos
Cuando un perverso ataca a su víctima, suele apuntar a los puntos débiles que se sitúan en el registro del descrédito y la culpabilidad. Un procedimiento evidente para desestabilizar al otro consiste en hacer que se sienta culpable.
La víctima ideal es una persona escrupulosa que tiene una tendencia natural a culpabilizarse. La psiquiatría fenomenológica contempla este tipo de comportamiento. El psiquiatra alemán Tellenbach, por ejemplo, lo describe como un carácter predepresivo, el typus melancolicus. Se trata de personas apegadas al orden, en el ámbito del trabajo y en el de las relaciones sociales, que se sacrifican por los demás y que aceptan con dificultades que los demás las ayuden. Su gusto por el orden y su deseo de hacer bien las cosas las conducen a asumir un volumen de trabajo superior a la media. Esto les ayuda a no tener mala conciencia, pero no saben poner un límite al volumen de trabajo que asumen y esto les produce agobio.
El etólogo Boris Cyrulnik, con mucha pertinencia, escribe: «A menudo, los melancólicos se casan con personas carentes de emotividad. El miembro menos sensible de la pareja vive su modesta vida no afectiva tanto más tranquilamente cuanto que el miembro melancólico, con motivo de su permanente culpabilidad, asume todas las preocupaciones. Se ocupa de todo; se hace cargo de los asuntos domésticos y de los problemas hasta que, veinte años más tarde, agotado por sus sacrificios constantes, se hunde llorando. Entonces, le reprocha a su compañero el haberse quedado con el lado bueno de la pareja y el haberle dejado a él toda la parte de sufrimiento».
Los predepresivos se ganan el amor del otro siendo generosos y poniéndose a su disposición. Así, experimentan una gran satisfacción cuando les prestan ayuda o les dan placer. Los perversos narcisistas se aprovechan de ello.
Los melancólicos también soportan mal las torpezas y los malentendidos, e intentan subsanarlos. En caso de dificultad, multiplican sus esfuerzos, se agotan, se sienten superados por los acontecimientos, se culpabilizan, trabajan cada vez más, se cansan, se vuelven menos eficaces y, en un círculo vicioso, se culpabilizan cada vez más.
Esto puede llegar hasta la autoacusación: «Si mi compañero no está contento o se muestra agresivo, es por culpa mía». Cuando se comete un error, tienden a atribuírselo. Su exagerada conciencia está ligada a su miedo a fallar, pues en ellos el remordimiento y la presión del error dan lugar a un sufrimiento demasiado grande.
Son igualmente vulnerables a las críticas y a los juicios ajenos, aunque no tengan fundamento. Esto les lleva a justificarse permanentemente. Los perversos, al percibir su fragilidad, disfrutan instaurando la duda: «¿Habré sido, sin darme cuenta, realmente culpable de lo que me reprocha?». Aunque las acusaciones no sean fundadas, estas personas terminan por no estar seguras de lo que ocurre y se preguntan si no deberían asumir el error a pesar de todo.
Este funcionamiento totalizador es idéntico en el agresor y en el agredido. En ambos casos, existe una exacerbación de las funciones críticas, hacia el exterior en el caso de los perversos, y hacia sí mismas en el caso de las víctimas.
De hecho, las víctimas adoptan la culpabilidad del otro. Interiorizan aquello que las agrede: la mirada, los gestos y las palabras. Mediante un fenómeno de proyección, los perversos narcisistas vuelcan su culpabilidad sobre su víctima. Cuando tiene lugar una agresión, a los perversos les basta con negarla para que las víctimas entren en duda. Por ello, algunas víctimas recurren a estratagemas encaminadas a verificar, con posterioridad, la realidad de la violencia. Así, conservan copias de los escritos intercambiados, se las arreglan para tener un testigo oculto, o graban las conversaciones telefónicas.
También es fácil encontrar en ellas un sentimiento de inferioridad subyacente que, por lo general, consiguen compensar, siempre y cuando no se les de pie a sentirse culpables.
Podríamos decir que las víctimas potenciales son portadoras de una melancolía parcial que, por un lado, se acompaña de un punto doloroso ligado tal vez a un trauma infantil, y, por otro, de una vitalidad muy grande. Los perversos no atacan la parte melancólica, sino la parte viva: perciben la vitalidad e intentan apropiarse de ella.
Su vitalidad
Las víctimas son envidiadas porque enseñan demasiadas cosas. Son incapaces de no evocar el placer que sienten cuando poseen tal o tal otra cosa. Son incapaces de no hacer pública su felicidad. En muchas civilizaciones, es de buen tono denigrar los bienes materiales o morales que se poseen. No hacerlo supone exponerse a la envidia.
En nuestra sociedad, que preconiza la igualdad, tendemos a pensar que la envidia la provoca el envidiado, conscientemente o inconscientemente (por ejemplo, si nos roban, es porque exhibimos demasiado nuestras riquezas). Las víctimas ideales de los perversos morales son las que, al no tener confianza en sí mismas, sienten la obligación de cargar las tintas y de exagerar para ofrecer a toda costa una mejor imagen de sí mismas.
Por lo tanto, la potencia vital de las víctimas es lo que las transforma en presa.
Ellas necesitan dar y los perversos narcisistas necesitan tomar: no se puede imaginar un encuentro más ideal... La víctima tiene una tendencia natural a culpabilizarse; y el perverso rechaza cualquier culpabilidad.
Su transparencia
Las víctimas parecen ingenuas y crédulas. Como no se pueden imaginar que el otro es básicamente destructor, intentan encontrar explicaciones lógicas y procuran deshacer los entuertos: «Si le explico, comprenderá y se excusará por su comportamiento». Al que no es perverso le resulta imposible imaginar de entrada tanta manipulación y tanta malevolencia.
Para desmarcarse de su agresor, las víctimas intentan ser transparentes y justificarse. Cuando una persona transparente se abre a alguien desconfiado, es probable que el desconfiado tome el poder. Todas las llaves que las víctimas ofrecen de este modo a sus agresores no hacen más que aumentar el desprecio de estos últimos. Frente a un ataque perverso, las víctimas se muestran primero comprensivas; intentan adaptarse. Comprenden o perdonan porque aman o admiran: «Si él es así, es porque se siente desgraciado. Yo lo tranquilizaré y lo curaré». Mediante un sentimiento similar al de la protección maternal, consideran que tienen que ayudar porque son las únicas que comprenden. Quieren llenar al otro ofreciéndole su sustancia y, a veces, sienten que tienen una misión que cumplir. Creen que son capaces de comprenderlo todo, de perdonarlo todo y de justificarlo todo. Están convencidas de que, mediante el diálogo, van a encontrar una solución, cuando esto es precisamente lo que le permite al perverso —que rechaza cualquier tipo de diálogo— hacerlas fracasar con total eficacia. Las víctimas alimentan la esperanza de que el otro cambiará, de que terminará por comprender que inflige un sufrimiento, y de que lo lamentará. Confían en que sus explicaciones o sus justificaciones aclararán los malentendidos y se niegan a aceptar el hecho de que la comprensión intelectual y afectiva no las obliga a soportar cualquier cosa.
Mientras que los perversos narcisistas se agarran a su propia rigidez, las víctimas intentan adaptarse, procuran comprender qué desea consciente o inconscientemente su perseguidor, y no dejan nunca de preguntarse por su propia parte de culpabilidad. La manipulación funciona tanto mejor cuanto que el agresor es una persona que cuenta de antemano con la confianza de la víctima (se trata de su padre o de su madre, de su cónyuge, de su patrón, etc.). La víctima muestra una capacidad de perdonar y una falta de rencor que la colocan en una posición de poder. Para el agresor, esto resulta intolerable, pues señala la facultad que tiene la víctima de renunciar a su derecho a rebelarse: «Ya no me apetece jugar contigo». El agresor se siente frustrado. Su víctima se convierte en un reproche viviente, lo que lo conduce a odiarla todavía más.